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Los rumiantes son animales del orden Artiodactyla que digieren los alimentos en dos etapas: primero los consumen, y luego realizan la rumia, que consiste en la regurgitación del material ingerido. Sin embargo, algunos animales que realizan rumia, como los camélidos (camellos, dromedarios, llamas, etcétera), no pertenecen al taxón Ruminantia, sino al suborden Tylopoda y a la familia Camelidae. Además, a veces no se los considera rumiantes, sino pseudorrumiantes, pues —a pesar de que rumian sus alimentos— su estómago posee tres compartimientos en vez de cuatro.
Dentro del taxón Ruminantia se encuentran seis familias: los tragúlidos (Tragulidae), los antilocápridos (Antilocapridae), los jiráfidos (Giraffidae), los mósquidos (Mosquidae), los cérvidos (Cervidae) y los bóvidos (Bovidae). Todos ellos, a excepción de los tragúlidos, pertenecen al infraorden Pecora y, dentro de ellos, podemos destacar a los bóvidos como la familia más rica en especies, entre las cuales podemos encontrar el toro, la cabra (Capra aegagrus hircus), la oveja (Ovis orientalis aries) o el búfalo.
Los rumiantes, además de por realizar la rumia, se caracterizan por tener los dedos segundo y quinto muy reducidos, mientras que los metacarpianos y metatarsianos del tercer y cuarto dedo están fundidos en una sola pieza, que recibe el nombre de caña. Por otro lado, su mandíbula superior carece de incisivos, mientras que su mandíbula inferior posee incisivos con forma de espátula. Además, sus molares y premolares presentan coronas elevadas, hecho que se conoce con el nombre de hipsodoncia, pudiendo ser una adaptación a dietas abrasivas como la hierba.
Al estudiar las historias demográficas de diferentes especies de rumiantes, se ha podido establecer un descenso de la población de muchas de estas especies hace aproximadamente 100.000-50.000 años, lo cual coincide con el aumento del tamaño de la población humana. Como la dinámica del tamaño de la población de rumiantes no se ha correlacionado con las glaciaciones ocurridas durante el Pleistoceno, estos resultados sugieren un posible papel humano en la disminución masiva de especies de mamíferos durante este periodo.
Los rumiantes viven en grandes pastizales, pastan las plantas herbáceas y se trasladan de lugar en lugar de acuerdo a la época del año. Además, actualmente son considerados los herbívoros terrestres que más contribuyen al efecto invernadero, debido al gas metano que producen como resultado del metabolismo de los ácidos grasos volátiles.
La separación filogenética de ovejas y cabras, así como la diversificación de los bóvidos, ocurre con la expansión de los pastos en la última etapa del neógeno.
Las jirafas (familia Giraffidae) tienen una estatura distinta y una morfología corporal que probablemente sean adaptaciones a su hábitat, la sabana. En este sentido, se han identificado 115 genes con mutaciones específicas en la jirafa, de los cuales once pueden estar relacionados con el alargamiento extremo de sus estructuras corporales, ya que forman parte de las vías de desarrollo óseo: TGF-β (CHRD y LTBP1), Wnt (APC, APC2, y CREBBP), Notch (NOTCH1, NOTCH3 y NOTCH4), Hedgehog (GLI2 y GLI3) y FGF (FGFRL1).[1]